Un Alcalde Patito
Renán Barrera no se caracteriza por sincero. No tiene esa ruda franqueza que caracterizaba a los panistas de los tiempos heróicos, como un Victor Manuel Correa, un Roger Cicero, un Carlos Castro Morales, un Antonio Vargas Góngora. Aquellos eran gigantes y Renán ante ellos es solo un pigmeo, pero eso sí, con una ambición y una codicia que supera con creces a los ya mencionados, gente generosa y sencilla, carente del vicio de la codicia y del afán de protagonismo que tristemente infectan al alcalde de nuestra ciudad.
Renán es un mitómano. Tiene una inclinación patológica a faltar a la verdad y ello es fácilmente comprobable dado que por sentencia emitida por tribunales en plena época de hegemonía política panista, se ha visto obligado a indemnizar a personas que ha difamado, por su propensión a deformar la realidad, en aras de satisfacer sus intereses.
De tal suerte, nos mintió desde la campaña: lo hizo desde el momento que prometió un gobierno honrado, una administración de calidad, una gestión en la que los ciudadanos no solo acompañarían a los funcionarios emanados del PAN, sino que incluso llevarían la voz cantante. Todo ello sintetizado en la frase Mérida para todos.
La realidad es que el gobierno de Renán Barrera dista mucho de ser honesto, su administración es de tercera, infestada de los males endémicos que antes criticara: el amiguismo y el compadrazgo y la participación ciudadana que en apariencia Renán pretende auspiciar, es una farsa protagonizada por integrantes de asociaciones seudociudadanas que se han convertido, en un importante porcentaje, en sus empleados.
Mérida no es para todos, sino para unos cuantos, que tienen cercanía con el alcalde, el hermano incómodo, el oficial mayor, el director de administración o algún otro funcionario, que facilitan las acciones fuera de la legalidad, enarbolando eso sí, la bandera de la honestidad y de la búsqueda del bienestar ciudadano.
Renán Barrera nos cree tarados a los meridanos y ha intentado de inicio, presentarnos como grandes éxitos, cuestiones ordinarias de la vida municipal: las tareas de bacheo, realizadas por cierto en medio de un sospechoso tufo de favoritismo a empresas de allegados, la recoja de la basura, donde se adjudicó de manera muy poco clara una ruta a una empresa de alguien que apoyó en campaña, el cobro de predial que a pesar de sus niveles históricos no impidió el endeudamiento a largo plazo, la adjudicación para la compra directa de lámparas, otorgadas a empresas sospechosamente postuladoras de precios no muy atractivos y supervisadas por otro benefactor electoral, al que por cierto el favor se le devuelve con una donación a la asociación civil que preside, en fin, la relación es larga.
Llama hondamente la atención que Renán con un pretexto absurdo, como todos los que acostumbra echar mano, le aumente el sueldo en una tercera parte, a la tesorera municipal, Claudia Canto Mézquita, en un hecho que no solo ofende la labor de los demás directores del ayuntamiento, sino que nos llevaría a elucubrar cualquier cantidad de razones que pudieran originar semejante decisión. Lo bueno es que ambos son felizmente casados, porque si no, quizá hasta pudiéramos maliciar otros motivos.
Para el desmesurado aumento de sueldo, Renán arguyó la enorme responsabilidad, la presión y el eficiente desempeño de su tesorera. Reiteramos: responsabilidad, presión y resultados que no difieren en demasía del resto de sus congéneres y para muestra, baste decir que la tesorera municipal aun no logra disponer de los 150 millones obtenidos a través de un préstamo, debido a factores que podemos considerar de simple trámite.
Mejor o peor aún, al poco tiempo nos enteramos que la tesorera municipal se había hecho acreedora a una distinción que la catalogaba como la mejor o una de las mejores en su ramo en el país y por supuesto, ni tardo ni perezoso, el ayuntamiento emitió dinero para boletos de avión para la galardonada y una de sus subordinadas, con los respectivos viáticos para ir por el galardón.
Lo malo es que resulta que el coordinador de la fracción opositora y algunos periodistas, nos enteramos y difundimos que el reconocimiento era de hule, toda vez que lo entregaba una asociación patito, que incluso cobraba por él y dimos a conocer notas periodísticas referentes a otros ayuntamientos que probaban tales aseveraciones. El coordinador de la oposición en el cabildo, solicitó incluso la comparecencia de la tesorera y pidió explicaciones al alcalde, que no solamente se refugió en un completo hermetismo, sino que puso tierra de por medio, gracias a unas muy oportunas vacaciones y a la providencial adquisición de un departamento en la playa y de una lancha, muy a propósito para disfrutar las delicias del entorno playero.
Pero apueste usted triple contra sencillo que en el informe correspondiente a su primer año de labores, Renán Barrera se llenará la boca, aludiendo a la distinción y encomiando el desempeño de la funcionaria de marras.
Lamentablemente Renán Barrera ya pudo engañarnos en una oportunidad y ello le valió convertirse inmerecidamente en alcalde de Mérida. Lo importante es que no consiga hacerlo de nuevo y podamos percatarnos de las calles llenas de baches, de la oscuridad prevaleciente, de la basura acumulada, de la corrupción imperante, del aumento en los impuestos y de todo aquello que denuncia ineludiblemente un mal gobierno y la actuación de un alcalde patito, al que bajo ningún concepto debemos volver a dar un voto de confianza para ocupar puesto de elección popular alguno.
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