¿La Paz a Favor Del Teatro?

Los lamentables sucesos acaecidos en Cholul han sacudido nuestro medio. El único que hace como que la Virgen le habla, es el ayuntamiento de Mérida, comenzando con el alcalde, que ante lo agitado de las aguas, ofreció se realizará una investigación (que ya sabemos que concluirá sin hallar culpables, ni fincar responsabilidades, pues se ve forzado a hacer algo a los ojos de la comunidad, que ya criticaba su pachorra) y finalizando por Irving Berlín Villafaña, el inepto director de cultura, que siguiendo su táctica tortuguil, se esconde en su caparazón para recibir los golpes, sin decir esta boca es mía. Contra lo que muchos ciudadanos desconocedores del hecho, aducen de buena fe, en cuanto a no magnificar los hechos, (cosa que obviamente apoyan los empleados de Berlín Villafaña), la molestia ciudadana es genuina y real y amén de la conveniencia de ofrecer excusas a la comunidad agraviada, se impone fincar responsabilidades, habida cuenta de la innegable violación al reglamento municipal de espectáculos, perpetrado por el titular de cultura. Insistimos nuevamente: no tenemos nada contra el arte dramático, contra los actores, ni siquiera contra las obras de alto contenido erótico, pedimos simplemente sentido común para programarlas y no descuidar su clasificación para no herir susceptibilidades en lo particular y para respetar la sensibilidad comunitaria, si tal fuera el caso. Lo que no debe quedar a un lado, es la aplicación de la ley, de otro modo, la anarquía prevalecería. El sábado pasado, nos platicaba Renán Guillermo, que integrantes de algunos grupos teatrales le habían platicado, que esta situación ya les había causado perjuicios. De por sí la gente no acude al teatro y para colmo, este escándalo, se quejaban los histriones, a este paso, nos quedaremos sin gente... Renán planteó como divisa: la paz por el teatro y admito que de primera instancia otorgué mi aquiescencia, como si quienes alzamos la voz a favor de los habitantes de Cholul, fuéramos agitadores, saboteadores de las artes, como si atentáramos contra su actividad y forma de vida. Pero retiro mi apoyo, habida cuenta de que no es así. Respetamos el trabajo actoral y la producción dramática y solamente prestamos nuestra voz, a aquellos que no son capaces de hacerse oir. Hablamos a nombre de aquellos a quienes las autoridades desprecian y no toman en cuenta por su humilde extracción y pedimos que se les respete y nada se les imponga, toda vez que no pueden haber ciudadanos de primera y de segunda categoría y no puede ser posible que por deficiente programación, se ofenda la moral de una comunidad. ¿Porque no se hizo el montaje en la Plaza Grande o en el Parque de Sanjuanistas? Seguro que si se hacía, la gente brincaba y la autoridad, se vería obligada a reaccionar y no guardaría el vergonzante silencio que a la fecha exhibe. No, estimado Renán, no cederé porque la ley debe cumplirse y no negociarse. Porque no somos los periodistas responsables de los errores y omisiones de las instituciones, que no han sabido promover y fomentar el arte dramático. No cederé porque respeto y admiro el trabajo de actores, directores, escenógrafos, músicos y sonidistas, pero venero en grado mayor la humildad, la sencillez, la secular sabiduría y modo de vista honesto de nuestro pueblo, de los considerados pequeños habitantes de las comunidades rurales o semirurales, que son en realidad los titulares de nuestra esencia yucatanense y por ende, nuestros hermanos mayores. No cederé en aras de la tentación de una popularidad efímera, forjada por el aplauso de los actores y ciudadanos vinculados al teatro, que se vieran beneficiados. A riesgo de ser tildado de obstinado, de terco, de soberbio, de intolerante, persistiré en mi postura a favor del respeto de los derechos y la moral de los habitantes de Cholul, porque si bien los artistas y el teatro de nuestra entidad son importantes, no lo son más que los habitantes más humildes de Yucatán, que se ven injuriados y que seguramente han de estar preguntándose si no existe la justicia, si no hay hombres en este lugar y si nada se puede contra la soberbia de los poderosos. Declino la posibilidad de hacer la paz, a favor del teatro en el estado, en aras de seguir combatiendo, aunque a muchos se les antoje que estoy librando una batalla quijotesca, a favor de mis hermanos más pequeños, con los que tengo obligaciones de carácter moral y de sangre. Declino la paz a favor del teatro, para continuar la lucha a favor de la legalidad y los derechos de aquellos a los que hasta ahora no han respetado, pero que deberán concluir haciéndolo. Prosigo pues, en la brega, con la espada desenvainada y no cejaré hasta lograr la destitución de Irving Berlín de la dirección de cultura, pues ha dado sobradas muestras no solo de su insensibilidad, sino también de su ineptitud y su no idoneidad para el puesto y Mérida se merece alguien mucho mejor. La importancia de la paz a favor del teatro, palidece ante la trascendencia de luchar por la legalidad y el respeto a los derechos de los ciudadanos más humildes. Parafraseando a Neruda puedo decir: Tengo un pacto de amor con la hermosura, tengo un pacto de sangre con mi pueblo...

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