Candil de la Calle

Se sabe y no es ningún secreto que el trabajo del ayuntamiento de Mérida deja mucho que desear en rubros tan diferentes como son: recoja de basura, bacheo, inundación de pozos colectores, iluminación, atención a población y grupos vulnerables en comisarías, actividad artística y cultural y muchos otros. Ante la notoria incapacidad del alcalde y sus colaboradores para atenderlas, los funcionarios municipales a ejemplo de su jefe, se dedican a lloriquear y a quejarse de todo: de falta de presupuesto, de regateo de recursos de parte de los gobiernos estatal y federal, de contratiempos y obstàculos que les ponen los propios trabajadores del municipio, del desánimo que genera la crítica y si todo esto falla, recurren al expediente supremo y en el que Renán Barrera es ya un especialista: en echarle la culpa a la administración anterior de todos sus males. Por supuesto, nada de lo aducido por nuestro inepto primer edil es cierto: la administración estatal y federal cumplen puntualmente con sus ministraciones presupuestales, tan es así que recientemente el gobernador anunció obras por un monto significativo para Mérida y si las cosas en nuestra capital no funcionan, es por la incapacidad de los encargados de las diferentes áreas de la atención ciudadana y en mérito de estar la nómina municipal retacada de compadres y queridas y así no hay gobierno capaz de trabajar con eficiencia. Ante esta situación, que pone de manifiesto la incapacidad de las autoridades municipales, en vez de apretar clavijas y hacer cambios que sacudan el ánimo de los funcionarios y los obliguen a ponerse las pilas y a cumplir debidamente con su encargo, Renán Barrera congruente con su táctica del avestruz, decidió tender una cortina de humo para disimular los problemas prevalecientes y distraer de este modo la atención ciudadana con un tema distinto. De esta manera, ordenó a una de sus agrupaciones títere, integrada por gente tan independiente como funcionarios municipales y personas beneficiadas por dádivas municipales, recurrir al expediente de atacar a la administración estatal y decidieron además hacerlo en un área en la que el quehacer del ayuntamiento es notoriamente deficiente: la actividad cultural. De tal suerte, gente que carece absolutamente de conocimientos de todo lo concerniente al quehacer cultural y administración de la cultura, se ha lanzado a criticar el trabajo de la Secretaría de Cultura, quejándose de los cobros que esta instancia realiza por concepto de renta de teatros a grupos artísticos independientes. Y más allá de que el planteamiento es digno de ser analizado, la verdadera intención del planteamiento queda de manifiesto, cuando se critica el trabajo de la Dirección del Instituto de Historia y Museos y que critican anticipadamente el Festival que esta instancia aun no realiza, perdiendo de vista que los recursos de la Secretaría de Cultura, no son los mismos que los del Instituto de Historia y Museos y que el titular de esta última institución, posee una amplia gama de relaciones a nivel nacional que le permiten acceder a recursos presupuestales de diverso origen, situación que contrasta con el quehacer del director de cultura municipal, que se limita al lloriqueo y que dilapida los recursos de que dispone en actividades que poco o nada dejan de beneficio a la cultura y creadores locales, que debían ser su principal objetivo de trabajo. Independientemente de lo anterior, la agrupación de personeros de marras, que integra al gurú político del alcalde y a ex funcionarios públicos, calla ominosamente ante los repetidos señalamientos que hemos formulado en cuanto a la omisión de la dirección de cultura municipal, en convocar a los premios literarios de la ciudad, un certamen de creación artística que de manera sistemática realizaban los ayuntamientos panistas de esta ciudad desde la época en que la gobernaba Patricio Patrón y Domingo Rodríguez Semerena era director de cultura del ayuntamiento. Lo sorprendente del asunto es que los premios literarios constituían un programa operativo anual, es decir una actividad para la que estaban destinada presupuesto y recursos de diversa índole, lo que nos lleva a preguntar que se ha hecho con ellos, si los recursos destinados a esta actividad fueron redireccionados a otras áreas para posibilitar su funcionamiento. Ya entrados en el terreno de las conjeturas, nos preguntamos si estos recursos no se habrán canalizado hacia la Subdirección de Fomento a la Lectura, instancia que hasta la presente fecha no sabemos a que se dedica, ni cuantas personas integran, ni sus objetivos ni funciones, a pesar de que prensa y regidores han requerido al alcalde y al director de cultura, la entrega de la información respectiva, cosa que hasta la fecha no ocurre. Renán Barrera debería fajarse los pantalones y ponerse a trabajar y en vez de ordenar a sus testaferros entrometerse en temas que desconocen y que no entienden, despedir al inútil que le recomendó Ana Rosa Payán Cervera y que en la práctica ha demostrado que la silla de cultura municipal le queda muy grande. No podíamos esperar otra cosa, de un ayuntamiento ineficiente y de un presidente municipal inepto y desinteresado de la suerte de sus conciudadanos y por supuesto, de la cultura, habida cuenta de su condición de analfabeta político funcional. Para variar Renán Barrera y su tambaleante gobierno se comportan como candil de la calle y oscuridad de su casa, que no nos engañen.

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