El espectro de los celos

No me sorprende que hagas trampa, ni tampoco que el lazo hayas querido tenderlo, a través de la nostalgia.
Debo decirte que no estoy sorprendido, más aún incluso, lo esperaba y más tratándose de tí, tan aficionada a subterfugios y celadas.
No me sorprende, merced a tu marcada inclinación y gusto por las máscaras.
A tus ardides consabidos.
A tu afición a jugar siempre con ventaja. Esos recursos malhabidos, son muy tuyos, te retratan.
No me sorprende que utilices malas prácticas.
Procedes siempre con sigilo, hasta con saña. Con refinada crueldad, tan inhumana, que a veces la disculpo, si recuerdo que eres de humo. Un fantasma, que se oculta en el polvo del dolor y de los siglos, la memoria y la tristeza que me mata.
No me sorprende entonces, que buscaras que se llame igual que tú y que tuviera tu ironía, tu mismo ego, tu valor y hasta tus ansias.
Con esos trucos retorcidos, me queda claro el proceder tan tuyo.
Tanto sadismo, comprueba que hasta en la eternidad se sienten celos y hasta en la eternidad se sueltan lágrimas.

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