Infectados de Soberbia
Para quienes trabajan en el sector público, es decir en las tareas de servicio y atención a la ciudadanía, la enfermedad más grave que se puede adquirir o padecer es la soberbia.
Decimos lo anterior, porque es la soberbia la que lleva a considerar que cuanto se hace esta bien hecho, que el poder y la autoridad son derechos que corresponden por herencia, que las críticas son simples consecuencias de la envidia y que se tiene el derecho y casi la obligación de asegurar desde el inicio, la continuidad del régimen y de sus paniaguados, sin comprobar siquiera, su utilidad social.
Reiteramos, no se trata de hablar por hablar, creando sicosis o pánico, pero tales son los síntomas que aquejan a la administración que encabeza Mauricio Vila y efectuar el diagnóstico es tarea sencilla, por lo evidente del asunto.
Desde que Mauricio Vila asumió la alcaldía, desde el primer instante, ya estaba pensando, tanto él como sus integrantes, en la posibilidad de la candidatura al gobierno del estado: no les importó el refrendo popular, a través de pasar el tamiz de la militancia panista y de la ciudadanía meridana, participando de inicio en una elección interna en lo concerniente al ámbito partidista y en lo segundo, contando con el beneplácito y la aprobación popular mayoritaria. No, por el contrario, consideraron que por haber accedido a la alcaldía, tenían el derecho y eran merecedores de pervivir políticamente.
Pero las cosas no quedaron ahi;y la soberbia como cualquier afección se agrava: de tal suerte, Mauricio Vila consideró que tiene el inalienable derecho (para él casi es una obligación), de no sólo ser candidato a la primera magistratura estatal, sino de designar a su sucesor en la alcaldía de Mérida, para buscar no el bienestar y felicidad de la gente, sino el de sus allegados. Si esto no es soberbia, no se que podría llamarse de este modo.
Para garantizar la viabilidad de sus proyectos, Vila discurrió y obtuvo, la presidencia del comité municipal del PAN en Mérida, ha tejido una alianza con Raúl Paz Alonzo pensando en que nadie le ponga obstáculos, ha presionado y amenazado a la militancia de su partido y entregado algunas dádivas a ciertos liderazgos y sobre todo, maniobrando para posibilitar sus propósitos, creando una agrupación títere (Valor Azul), que coadyuve a ello.
Mauricio Vila y sus asesores han calculado que se las verán con una militancia afeminada, sumisa hasta la abyección y poco dispuesta al enfrentamiento en pos de defender su facultad de decidir, circunstancias que creen poder contagiar a los habitantes de nuestra ciudad. Para ello, se apoyan en su visión de clase de la política, en la que sólo tienen cabida individuos pertenecientes a su mismo estrato social, inhibiendo la participación cívica, a través de la estrategia de hacer parecer su triunfo inevitable (la misma que hace un par de años Roger Torres utilizó con Sofía Castro, ya se sabe con cuales resultados).
Efectuado ya el diagnóstico del problema, podemos concluir cual es el antídoto o la vacuna más eficiente para contrarrestar la dolencia: la participación popular. Que la ciudadanía y especialmente la militancia panista recuperen la conciencia del valor que tiene su capacidad de elegir y aparezca de manera providencial, un líder popular capaz de despertar el entusiasmo, arropado por un incontenible cobijo ciudadano, que igual que los anticuerpos acaban con el virus o las bacterias, extermine el padecimiento.
De conformidad al desarrollo de los acontecimientos, es altamente probable que Roger Torres, que es decir lo mismo que su títere Mauricio Vila, sufra una derrota todavía más amplia que la vez anterior, toda vez que en esta ocasión seria batido en sus aspiraciones rumbo a la gubernatura y la alcaldía. Me parece que pronto lo veremos. Es nada más cuestión de tiempo.
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