Informes Legislativos: Vil Faramalla
La constitución política de los Estados Unidos Mexicanos establecía que el día primero de septiembre, el titular del poder ejecutivo federal debía cumplir con la obligación de informar a los demás poderes y a la nación del estado que guardaba la marcha de la administración. De tal suerte surgió el día del presidente, en el que cabían todos los excesos y el culto a la personalidad prevalecía por encima de la necesidad de rendir cuentas.
Con el desgaste del presidencialismo, la figura del titular del ejecutivo perdió su
condición de sacrosanta e intocable y el presidente empezó a ser interpelado cada vez con mayor frecuencia por legisladores de la oposición, situación que alcanzó su punto culminante con la alternancia en el poder, cuando el carácter levantisco de la izquierda se puso de manifiesto con las tomas de tribuna y los amagos de secuestro de la sede del legislativo, situación que culminó en la modificación del formato del informe, que llega a la sede del congreso, a través de un propio de alto nivel, que pone a consideración de los legisladores, un farragoso documento. A partir de entonces, se terminó el día del presidente y toda la parafernalia que lo rodeaba y le era característica.
El ser humano es eminentemente imitativo y trata siempre a toda costa de emular al prójimo, para bien o para mal. Es en tal virtud y en aras de ponerse en boga el demagógico concepto de la transparencia y la rendición de cuentas, que a alguna mente brillante se le ocurrió la luminosa idea de que los diputados locales, federales y senadores, debían dar un informe de sus actividades a su electorado.
En realidad la idea no era mala, pero como muchas cosas en nuestra patria, se desvirtuó y más aún sucedió cuando a alguien en el seno del Partido de Acción Nacional se le ocurrió que todo legislador proveniente del blanquiazul debía cumplir con esta obligación.
Y ahí fue donde la puerca torció el rabo, pues los informes legislativos se han convertido en pretexto para el despilfarro, el pago de favores, la demagogia y el culto a la personalidad, situaciones todas que resultan inadmisibles hoy día y sobre todo en este momento en que existe tanta necesidad en nuestro país y cuidar los recursos de que disponemos, se vuelve una obligación impostergable.
Reprobamos tajantemente toda la faramalla, todo el circo, todo el dispendio y los gastos inútiles derivados de los informes de gente como Daniel Ávila, Kathia Bolio y Elias Lixa, que emulando a Mauricio Vila, alcalde de nuestra ciudad, pueden resumirse en una sola frase: mucho ruido y pocas nueces.
Los yucatecos, los meridanos, los panistas incluso, no han recibido nada bueno de las actividades de marras, no ha surgido de ellas, una sola acción de beneficio social, solo han servido para mantener encendida la hoguera de las vanidades.
Ojalá los legisladores y el alcalde entiendan que se deben al pueblo que les paga y que es una exigencia ineludible que den resultados y no que se tomen fotografías sin ton ni son, para hacer creer que trabajan mucho, cuando las suben a redes sociales. Tristemente los informes de los legisladores de Acción Nacional son pura simulación y nada de resultados.
Ya es tiempo que todos estos funcionarios ineficientes y acomodaticios se pongan las pilas y comiencen a trabajar y a rendir, que para eso los ciudadanos les pagamos su sueldo y muy bien por cierto.
Así que manos a la obra; menos fotos y más acciones. Me estas oyendo Mauricio?
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