María Antonieta
A María Antonieta Castillo, soberana de Querétaro
Debo decirte, María Antonieta,
que en tu mirada,
tan intrincada como la selva,
de modo inexplicable,
cabe la primavera;
que tu rostro tiene estructuras regias,
como los arcos triunfales
que hay en tus cejas;
que es un deleite para un poeta
seguir la ruta a la fortuna;
que muestra el trazo
y la señal,
de tu nariz,
suave y perfecta.
Debo decirte, María Antonieta,
que lucen tus ojos un par de perlas;
y que es tu boca,
tan roja y tersa,
como ha de serlo, la de una reina;
corona este perfil,
una gracia, que es por demás, francesa
y que confina la noche más negra,
hasta el joyel de rizos
que se despeña, entre tus crenchas.
Ahora entiendo, María Antonieta,
por el encanto de tu belleza,
como es posible,
que un hombre pierda
en un instante;
el corazón
o la cabeza....
Debo decirte, María Antonieta,
que en tu mirada,
tan intrincada como la selva,
de modo inexplicable,
cabe la primavera;
que tu rostro tiene estructuras regias,
como los arcos triunfales
que hay en tus cejas;
que es un deleite para un poeta
seguir la ruta a la fortuna;
que muestra el trazo
y la señal,
de tu nariz,
suave y perfecta.
Debo decirte, María Antonieta,
que lucen tus ojos un par de perlas;
y que es tu boca,
tan roja y tersa,
como ha de serlo, la de una reina;
corona este perfil,
una gracia, que es por demás, francesa
y que confina la noche más negra,
hasta el joyel de rizos
que se despeña, entre tus crenchas.
Ahora entiendo, María Antonieta,
por el encanto de tu belleza,
como es posible,
que un hombre pierda
en un instante;
el corazón
o la cabeza....
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