El Gran Negocio del Carnaval

Ya lo habíamos anticipado. Fuimos los primeros en decirlo y en destapar la cloaca del gran negocio que Renán Barrera piensa hacer del carnaval de Mérida. Fuimos los primeros en dar a conocer que el flamante alcalde de nuestra ciudad, hizo de Ermilo Echeverría su personero, encargado de hacer negocio con todo lo que fuera susceptible de ello y de pasar la charola. También dimos a conocer el negocio con los carros alegóricos y la decoración en que involucraron al socio de Echeverría, de apellido Rihani, para hacer los números redondos y ya habíamos anticipado, como se dispararían los costos operativos del carnaval, pero no creimos jamás que alcanzaran ribetes semejantes. El descaro de Renán es inaudito. Desde que asumió la alcaldía se la ha pasado llorando su miseria y quejándose de haber recibido un ayuntamiento quebrado, sin haber hecho nada o mas bién, habiendo hecho muy poco para sustentar su dicho y para tomar acciones legales que lo respaldaran. Por tanto, su proceder resulta contradictorio: no es razonable que un mandatario al frente de una ciudad con los graves problemas financieros, ocasionados por el feroz saqueo que asegura Renán sufrieron las arcas municipales, derroche uno o dos millones de dólares en tan solo cinco días, toda vez que además de que esos recursos pudieran canalizarse a áreas más álgidas de la administración pública, no dejarán beneficio alguno ni para la ciudad, ni para sus habitantes, habida cuenta de ser su destino, el solaz y el esparcimiento counitarios. No podemos estar a favor jamás del dispendio y del uso irresponsable de recursos, sobre todo cuando no tiene razón de ser y cuando existen necesidades apremiantes que urge resolver. No encontramos coherencia en que el ayuntamiento distraiga tal cantidad de numerario, en un evento que tendría que sustentarse únicamente en las aportaciones de sus patrocinadores y no en un subsidio gubernamental, que tiene como objetivo halagar la vanidad del presidente municipal en turno, a quien las plumas oficialistas tratarán de presentar como visionario y atento a las demandas populares, cuando ha sido exactamente lo contrario. El carnaval empezó a deformarse y a ser objeto de mala planeación y a presentar negros augurios, desde que no se consultó a la ciudadanía, respecto si su sede debía cambiar o mantenerse y desde que se inventó un inexistente sondeo, para tratar de justificar lo injustificable. Muchos de los integrantes de los grupos "ciudadanos y apartidistas", especialistas en payasadas y provocaciones, como la acaecida recientemente, tildaban a la administración anterior de caprichosa y derrochadora. Más alla de que lo anterior no ha podido ser probado legalmente, de nueva cuenta cae en todo aquello que criticaron anteriormente con ferocidad y encarnizamiento. Curiosamente en lo que compete al derroche que implicará el carnaval, un verdadero capricho de un niño pochburgués, renuente a la convivencia social entre los meridanos, ninguna de dichas asociaciones ha abierto la boca y personajes como José Luis Sierra, Guillermo Vela, Luis Medina, Gina Villagómez y otros más, callan convenientemente, temiendo que se cierre la llave que los salpica a todos. De igual manera, otras voces, que decían ser partidarias de la contraloría social y de la participación y el escrutinio ciudadano, callan sospechosamente y bordan en el vacío, sueños de opio, ahora que tan importante sería denunciar el derroche y dilapidamiento de fondos municipales. Más allá de los cochupos y prebendas que se otorgarán a allegados e integrantes de la camarilla en turno, el carnaval plantea graves interrogantes en materia de seguridad y protección civil, por implicar el uso de conexiones eléctricas y de gas, que de no contar con medidas regulatorias, podrían implicar verdaderas bombas de tiempo. Lo anterior, sin que sepamos a ciencia cierta, si preservar las propiedades y la integridad física de los asistentes al evento, correrá a cargo de alguna corporación policiaca o de alguna empresa de vigilancia privada, situación que reviste capital importancia para garantizar la asistencia de niños y familias y para evitar que dado lo retirado de la sede de las carnestolendas, alguna pandilla o grupo de inadaptados vaya a pretender hacer de las suyas. Irónicamente el cambio de sede del carnaval, en vez de ser un estímulo que de realce o lucimiento a esta efeméride, ya entrada por completo en decadencia, al perder su sentido de diversión popular y motivo de convivencia familiar, pudiera transformarse en el tiro de gracia que precipite su desaparición y que en vez de hacer de la sede alterna del carnaval una segunda Disneylandia, la transforme en una tétrica tumba de las aspiraciones y carrera política de Renán Barrera. Al ritmo que se desarrollan los acontecimientos, esto último es lo más probable y en breve podremos saberlo de cierto.

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