Alarma en el Ayuntamiento

Desde hace tiempo dimos a conocer señales de alarma en la administración de Renán Barrera. Advertimos de una serie de eventos o rubros donde había que poner atención: no fuimos escuchados. Anticipamos una serie de signos inquietantes, en discordancia con los intereses de la ciudadanía: fuimos desestimados. Resultó más fácil estigmatizar, fue más fácil hablar de vindictas personales. Hoy el tiempo, indefectible e implacablemente nos da la razón. Intentamos advertir no solo a la sociedad, a través de los medios de comunicación y redes sociales, sino lo más importante: tratamos de poner a la autoridad municipal en vías de realizar un ejercicio de autocrítica. Quisimos ponerlos frente al espejo para que contemplaran su imagen real, sin afeites, con su bien y con su mal. Platicamos con regidores, con funcionarios de distinto nivel. Todo fue en vano. Empezamos a señalar, a criticar, a develar, a dar a conocer la manera en que Renán Barrera y su administración han defraudado la confianza ciudadana y no han sabido mantenerse a la altura de las expectativas de los habitantes de Mérida. Revelamos sus excesos, su soberbia, sus arbitrariedades, su falta de tacto y de oficio político. Remarcamos los vicios manifiestos en la actual administración: el amiguismo y favoritismo, el modo por el que personas sin méritos, acceden a subdirecciones, en Desarrollo Urbano y Fomento a la Lectura, donde especificamos incluso las fallas sobresalientes. Solicitamos atención a contratos y licitaciones: Con los casos de SANA, la asignación de concesiones para mantenimiento de parques y jardines, que benefician a familiares de altos funcionarios de Servicios Públicos Municipales, con el tema de las luminarias, con la cuestionable adjudicación de las obras de la calle 60: fuimos tildados de obrar movidos por el resentimiento. No hemos dejado de cuestionar los motivos que llevaron a cambiar de sede el carnaval y la manera de hacerlo, completamente de espaldas a la ciudadanía. Seguimos motejando los argumentos ofrecidos de manera oficial cómo caprichos, porque no hallamos justificación moral, económica o social que autorice erogar más de 28 millones de pesos en actividades que no dejarán beneficio alguno a nuestra urbe o a su población. Señalamos y documentamos gráficamente las deficiencias en los servicios públicos: las calles y avenidas a oscuras, la basura acumulada, los encharcamientos, los baches multiplicándose. Solo denuestos recibimos a cambio de hacerlo. Denunciamos hace tiempo, el amancebamiento, la complicidad, con agrupaciones "independientes", "apartidistas", "de ciudadanos de a pie", que han recibido beneficios de distinta índole, a cambio de apoyo irrestricto, de cerrar los ojos. Nadie quiso creernos. Reiteramos nuestra insatisfacción en los renglones de transparencia y rendición de cuentas, cuestionamos el modo tan laxo en que se ha pretendido exigir responsabilidades a los precursores en el gobierno, a los que se acusó de tanto y nada ha podido probarse. Repudiamos el endeudamiento a largo plazo, que tanto criticó el primer edil y en que ahora ha incurrido. No paramos de consignar la desorganización y el desorden que prevalecen en las entrañas del municipio, la cargada a favor de un candidato que cuenta con las simpatías del munícipe; hasta ahora todo había sido en vano. Pero poco a poco, por elementales principios de física, las cosas empiezan a emerger: los malos manejos salen a flote. Comienzan a advertirse las complicidades. En el seno del partido de origen del alcalde, la militancia le expresó ya su reprobación. Pero aún faltan cosas importantes: como hacerse cargo de las consecuencias de actos realizados sin cuidado, ni análisis debido, que pudieran derivar en daño patrimonial. Nos han escarnecido, acusado de vender nuestros ideales, colgado membrete de colaboracionistas, nos han difamado, pero el simple transcurrir del tiempo nos reivindica y deja en claro que cuando acudimos al informe a plasmar nuestra protesta en cartelones, nos asistía la razón. Nos preguntamos: ¿dónde está ahora la sociedad civil?, ¿dónde están aquellos que clamaban por honestidad y transparencia?, ¿dónde están los que pedían poner fin a los caprichos?, ¿perdieron la mirada y la voz? Urge un golpe de timón en el ayuntamiento, que Renán Barrera lleve a cambio una depuración en su gabinete, que gobierne para todos los meridanos y no solo para sus amigos, que ponga la cabeza en el momento actual y los intereses de la ciudad y deje de preocuparse por su futuro político. De lo contrario, el desastre es inminente y podemos avizorar multitud de calamidades: desde la frustración de sus ambiciones, pasando por la entrega del ayuntamiento a la oposición, hasta participar en un juicio político, pero en calidad de reo. Esperemos, el tiempo pondrá las cosas en su sitio.

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