A Rendir Cuentas

Ha concluido el carnaval y con ello la polémica del cambio de sede. Para algunas personas, fue favorable, para otras no y muchas más opinamos que lo más sano hubiera sido realizar una consulta abierta a la ciudadanía para que libremente expresara su parecer. En lo personal, el carnaval me importa un bledo. Hace mucho tiempo dejé de asistir al convertirse en el paraiso de la vulgaridad. En el reino del consumo desenfrenado de cerveza y en una gigantesca vitrina donde eran visibles todas nuestras miserias. Lo anterior, descartaba por completo su esencia de festividad popular, tendiente a propiciar la convivencia familiar. De tal suerte, habemos a quienes nos da exactamente lo mismo que el carnaval se verifique en Montejo, en Timbuctú o en la Conchinchina, porque de todos modos, no acudiríamos, habida cuenta de no ser de nuestro agrado las grandes concentraciones humanas. Lo que si nos interesa a quienes no participamos en las carnestolendas, es el destino de los fondos previstos para estas actividades. En primer lugar, debido a su elevado monto (28 millones de pesos), en segundo lugar, por ser el carnaval, especialmente el que recién acaba, un evento autosustentable por definición. Seremos claros: su realización no significó erogación alguna, toda vez que el gobierno del estado cedió el uso de las instalaciones de la Feria de Xmatkuil y no se realizó en las mismas instalación alguna que requiriese invertir un solo centavo de parte del ayuntamiento. Asimismo, el costo de la elaboración de los carros alegóricos y de la indumentaria de los integrantes de las diferentes comparsas participantes, corrió a cargo de los patrocinadores o de los propios interesados, que pagaron de su peculio. No podemos dejar de consignar que se captan importantes cantidades de dinero, por concepto de renta de sillas y palcos y de otorgamiento de concesiones para la instalación de puestos de venta de refrescos, cerveza o comida. Como podemos ver, se trata de un negocio redondo, pues si bien el municipio renta a algunas empresas sillas o gradas, con el importe que cobra, recupera sobradamente la inversión. Nos preguntamos entonces, ¿en que se usaron 28 millones de pesos para el carnaval?, ¿a donde se fue todo ese dinero?, ¿que gastos se realizaron y a cuanto ascendieron las ganancias? Descontando dos o tres millones de pesos del monumental acarreo realizado permanentemente por el ayuntamiento a través de empresas camioneras que trasladaron gente de colonias y municipios cercanos para que las instalaciones no lucieran vacías, ¿que pasó con lo demás? No podemos dejar de consignar que este carnaval significó que el ayuntamiento diera marcha atrás en su anunciada decisión de no apoyar económicamente la integración de la comparsa de Marcelo Sanguinetti Briceño (a) Jacarandoso, a quien las autoridades municipales no solo anunciaron no apoyarían en sus requerimientos ($150 mil pesos), sino contra el que emprendieron una campaña de desprestigio, tanto en prensa como en redes sociales, a través de sus medios afines y plumas mercenarias, acusándolo de lucrar con el importe de la elaboración de los atuendos. Al percatarse de lo desangelado de la actividad y del riesgo de que hubiera muy baja asistencia, la comuna optó por arrollar su cola y darle a Jacarandoso cuanto pedía. Por cierto, cobrando cumplida venganza, según nos refieren, Marcelo reunió una comparsa muy reducida y sin duda se embolsó una buena lana. Además de lo anterior, tampoco podemos soslayar que este carnaval implicó que en aras de que la actividad no fracasara estrepitosamente, Renán Barrera tuviera que pedir auxilio a su partido de origen, para apoyarlo en el acarreo de participantes, sin importar que los operadores de esta actividad, fueran partidarios de su enemigo; Joaquín Díaz Mena y cumplieran la tarea con notoria repugnancia, pero sin tener la dignidad de negarse a realizar una actividad, criticada permanentemente por el panismo en otras épocas. La complicidad, que no solidaridad, del blanquiazul con el alcalde de Mérida, fue una realidad manifiesta No podemos dejar de destacar que el carnaval significó que el ayuntamiento incurriese en prácticas severamente cuestionadas por el panismo en otros tiempos, como el acarreo de personas y la intimidación a la base trabajadora, a través de un correo electrónico girado por el oficial mayor, Mario Martinez Laviada a todos los directores y jefes de departamento, recalcando la obligatoriedad de la asistencia. Tampoco puede pasarse por alto que el carnaval se convirtió en otra más de las promesas no cumplidas de Renán Barrera, pues ofreció que sería algo similar a Disneylandia y la gente debió conformarse con una feria más corriente que común. Evidentemente no cumplieron lo pactado con Ermilo Echeverría, seguramente porque alguien pensó que no valía la pena hacer tamaño desembolso de numerario y era preferible embolsarse esos recursos. Más alla del cambio de sede, que desde esta óptica se convierte en un tema carente de relevancia, el presente carnaval, en vez de ser la fiesta de la carne, se convirtió en el festejo de la corrupción, en la danza de la impunidad, la mnipulación, el cinismo y la desverguenza. Esperamos que ahora Renán Barrera rinda cuentas pormenorizadas e informe el monto exacto de tan exitosa actividad, que si pudo conjuntar una afluencia de 700 mil personas´como el ayuntamiento afirma, debió ser un rotundo éxito en lo económico. Esperamos con ansias el informe económico del comité organizador, a ver si este año tenemos suerte, habida cuenta que el año anterior no lo hubo y seguimos esperando se cumpla con este requisito. Confiamos en que los ediles, integrantes del cabildo, sin importar su extracción partidista, cumplan con su deber de vigilar la aplicación correcta de los recursos públicos y no permitan la existencia de ninguna irregularidad. La fiesta terminó Renán. ¡Es hora de rendir cuentas!

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