Julieta

Desde niña la acusaron de coqueta,
su principal pecado,
era, decían, la belleza;
y es que mareaba el brillo
de sus ojos;
y enamoraban los saltos
de sus cejas;
sus manos eran palomas hacendosas,
la fila de sus dientes, eran perlas,
cimbreaba el palpitar de su cintura
y enloquecía la ruta interminable
de sus piernas.
Su nombre, por otra parte,
también hablaba de romance,
no en balde era evocador
y lleno de reminiscencias
La ame en silencio muchos años;
para ella coleccioné paciente
cientos de versos y de estrellas
Amaba verla deslizarse por las calles
con cadencioso caminar
y porte majestuoso de princesa
Beatas y mediocres la acusaron
de liviana,
tejieron a su entorno, mil leyendas,
la gente la empezó a mirar con desconfianza;
surgieron las hablillas,
que duelen y que alejan.
Un día la mire partir,
como las aves,
que buscan otros lares
y que vuelan,
dejé de oír el rítmico vaivén
de sus tacones,
ya no aspiré su aroma,
tapizado de violetas...
Era muy joven
y no podía sino amarla,
en vez de rescatarla
e ir por ella;
enfermo de su voz,
yo recordaba;
las coplas que entonara
al ir de fiesta.
Es tanto que la amé;
que no la olvido,
y la recuerdo mucho,
como varias mujeres
me han pedido, en sus casos,
que lo hiciera,
sin embargo, solamente
es ella y su memoria
quienes quedan,
prendidos a mi alma
con un beso
y en tres sílabas:
Julieta....

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