Un Largo Adiós

Eres, amor mío,
una certeza repentina,
un espejismo sorprendente,
una impresión que no se olvida.
Eres, amor mío,
una canción que se improvisa,
un resplandor que no se esconde,
un anatema que fulmina.
Eres,  amor mío,
uno de esos recuerdos que asesinan,
un naufragio perenne en la tristeza,
una vieja ilusión perdida.
Eres,  amor mío,
para la soledad, premisa,
un aroma constante de desesperanza,
rojas gotas de angustia que lloviznan.
Eres, amor mío,
oscuridad y llanto que rechinan,
una terca aparición que no se marcha,
y que las más fervorosa preces no exorcizan.
Eres, amor mío,
una desgracia peregrina,
un eterno malfario que desgarra y duele,
una copa de nostalgia,
que se obsequia en la cantina.
Eres, amor mío,
una blasfemia que no espanta,
pavesa de la noche que declina,
una tosca maldición que se pronuncia ya sin rabia,
una mezcla de cárcel con sentina.
Ay amor,
me pesa admitirlo:
eres un largo adiós, que no termina...




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