En El Horizonte Del Domingo
En el turbio horizonte
del domingo,
refulgen la nostalgia
y el hastío,
un alud de nubes
se desgaja
y deja el cielo plomizo
y hasta el rumor ondulante
del viento,
tiene tono a cataclismo.
Todos los fantasmas confabulan
en el horizonte del domingo,
y subrayan su prédica de sombras
con rezongos
y entre gritos;
la soledad también se magnifica
en el horizonte del domingo:
la tristeza se atrinchera
en el hueco de la almohada
y se desliza
con despreocupación
hasta el oído.
En honor a la verdad,
debo admitirlo
y asumir que todas mis desgracias
dan inicio en el horizonte
del domingo:
las mujeres que recuerdo,
las miradas que no olvido,
las esperas que me duelen,
las siluetas que transijo
y remito al corazón,
no se muy bien
si por gracia
o maleficio...
un virus raro y taciturno
inocula el horizonte
del domingo
y desahucia casi cualquier certeza
y aniquila
casi cualquier vestigio
de esperanza,
que no haya sucumbido.
Debo admitir
que en el horizonte del domingo,
con el torvo transcurso
de las horas,
desfallezco y agonizo
y aunque invoco tu nombre,
a manera de plegaria angustiosa,
implorando su auxilio,
los pesares no ceden;
y claudico
y escribo,
este amargo ritornelo
que celebra
la dicha del amor perdido...
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