Descorazonador
El descorazonador que me diste, ha sido de una utilidad insospechada. Sirve para las cenas, resulta indispensable en las mañanas. Su alma de acero, penetra sin dañar las manzanas, como una ausencia o adiós, como silencio o distancia. Sería imposible no agradecer, una herramienta tan práctica, que lo mismo me quita el hambre, que me llena de nostalgia. Cada vez que se hunde en la fruta, llevándose el corazón, veo tu cara, sintiendo en mi interior, la tentación inmunda de las lágrimas. Sacudo entonces de mi mente la tristeza, permito el paso a las ideas de venganza, que llegan cada vez que el descorazonador cumple con sus faenas cotidianas; y admito que he decidido, como lo hiciste tú, como descorazonador, matarte el alma...